Tras salir de la cárcel, Ray Winkler se gana la vida como lavaplatos. Harto de este trabajo, se le ocurre una brillante idea: abrir una tienda de galletas, contigua a un banco, con la ayuda de su mujer y un par de rateros de poca monta. Mientras su mujer atiende el negocio, él y sus socios excavan un túnel que conduce al interior del banco. Pronto se harán ricos, pero no exactamente como habían pensado.